Historia del cristianismo. Parte 3

Tras la desintegración del Imperio romano toda estructura jerárquica fue puesta en duda al destruirse el sistema legal, estatal y militar que respaldaba la afamada paz romana. En consecuencia, para entonces era imperativo encontrar algún elemento que permitiera mantener unida a la sociedad, siendo la religión el factor determinante para establecer lazos de dependencia entre los miembros de una comunidad. Así, en la Edad Media el poder sagrado de la Iglesia era descrito como la capacidad de atar y desatar, guardando relación con la naturaleza de las relaciones sociales en el mundo medieval, puesto que el orden de esta época se fundamentaba en la presencia de relaciones de dependencia personal. Así, para mantener activa dicha dependencia, era vital que cada individuo fuera fiel a las diferentes instancias sociales como la familia, la tribu, el señor feudal, el príncipe, la ciudad y especialmente la Iglesia. Por esta razón, en latín la palaba fides no se usaba solo para referenciar a la fe cristiana, sino también para indicar la fidelidad que los hombres deben al estar al servicio de otros hombres. En otras palabras, sin fides no hay sociedad pues cada asociación requiere un juramento de fidelidad, el cual no puede ser solo un acto moral o legal, sino que debe tener un carácter religioso que lo convierta en un lazo que trascienda lo meramente terrenal. Como vemos, los pactos de fidelidad se establecían directamente desde la potencia divina y se convertían en actos de fe jurada, los cuales al ser rotos desataban al menos en teoría la ira de Dios sobre el traidor. Hay que tener en cuenta que en la Edad Media la justicia no estaba garantizada por un consenso general sobre las leyes o un aparato de represión estatal, capaz de hacer cumplir una serie de normas de manera consistente. Por tanto, la única fuerza capaz de vigilar los juramentos realizados entre personas, era la mirada atenta de Dios sobre los hombres, junto a la promesa de un suplicio inimaginable después de la muerte en caso de alejarse de la senda de Dios.

No obstante, el mero hecho de realizar un ritual religioso para atar o desatar los juramentos, no posibilitaba generar estructuras sociales mínimamente fuertes, razón por la cual la Iglesia se postuló como el ente máximo capaz de administrar y controlar todos aquellos aspectos relacionados con lo divino. Como resultado, la Iglesia afirmaba que Dios le había dado a su institución, el poder de servir de intermediarios entre los asuntos divinos y terrenales, incluyendo el establecimiento y vigilancia de los juramentos entre vasallos y señores. En este sentido, cuando un papa u obispo ponía fuera de la comunión a un emperador, rey, príncipe o ciudad, todos los pactos jurados que se establecían a su alrededor quedaban suspendidos. Igualmente, el excomulgado quedaba marcado como un proscrito al que cualquiera podía golpear libremente, en una dinámica que mantenía activa el sistema feudal de la Edad Media. Sin embargo, este enorme poder trajo consigo a la Iglesia serios problemas religiosos, morales y políticos, en la medida de que instancias como el papado se convirtieron en puestos muy deseados, no en función de razonamientos espirituales, sino en relación al poder económico y político que otorgaba el control de la Santa Sede. Así, el lujo, las intrigas y los excesos se apoderaron de la Iglesia romana, al punto de que fenómenos como la simonía o las indulgencias hicieron explotar la Reforma protestante en el siglo XVI.

Europa en el año 1.000
Fides o juramento de fidelidad

Como vemos, para la Iglesia fue muy difícil combinar su razón de ser original de llevar un mensaje de salvación, humildad, perdón y amor al próximo, con una realidad material caracterizada por los conflictos y la concentración del poder en cada vez menos personas. No es de extrañar entonces que el sistema de fides entre la Iglesia y los poderes temporales estuviera repleto de contradicciones, puesto que determinar la escala de jerarquía que debía regir sobre las diferentes lealtades de la población, o esclarecer qué poseía preeminencia la autoridad divina de la Iglesia o la autoridad terrenal de los gobernantes, era una cuestión bastante compleja pues invariablemente sumergía a la Iglesia en temas no solo teológicos sino también políticos y económicos. Es por ello que la autoridad y potencia de la Iglesia medieval se parapeto en esas contradicciones, en un intento de reforzar su papel sacramental y temporal, por medio de la movilización de los ejércitos papales, el llamado a las cruzadas o las alianzas con determinados reyes afines a los intereses de Roma. Por ello, buena parte de los reformistas de la Iglesia provenían de la misma organización eclesiástica, los cuales se habían recluido en monasterios o conventos con el fin de llevar una vida más coherente con los Evangelios, alejarse de la competencia por el poder y no tener que participar en la violencia del mundo medieval. Se podría decir que el monacato medieval fue un bastión para la renovación de la Iglesia, donde las dinámicas de los pueblos bárbaros no se institucionalizaron, siendo estos por ejemplos los encargados de denunciar el poder que los señores feudales estaban teniendo sobre la Iglesia, cuando nombraban a obispos, papas y otros cargos eclesiásticos, convirtiéndolos incluso en vasallos a su servicio.

Ejércitos medievales
Ilustración del juicio a George Jacobs (1692)

Por otro lado, la Iglesia no solo ejercía su autoridad sobre los altos cargos de la sociedad, puesto que la impartición de los sacramentos por los sacerdotes desplegaban una influencia continua en la vida cotidiana de todas las comunidades cristianas. Aquello le permitía a la Iglesia tener un enorme control sobre el matrimonio, la vida sexual, la familia y la extremaunción de los moribundos, teniendo esta última atribución un interés particular para la Iglesia, pues la capacidad de absolver los pecados de las personas en sus últimos momentos, significaba una presión gigantesca sobre las personas. Pensemos que en la era medieval casi toda la población creía con mayor o menor intensidad en una vida después de la muerte, por lo que no saber qué ocurriría con sus almas después de su fallecimiento, causaba un pánico increíblemente real sobre los fieles y no tan fieles, una vez que se estaba al borde de la muerte.

No es de extrañar que grandes donaciones se realizaran precisamente en esos últimos momentos, como un intento de ganarse o comprar el acceso al cielo mediante la mediación de la Iglesia como intermediaria de Dios en la tierra. Lo anterior hizo que la Iglesia trascendiera por mucho una función meramente espiritual y adquiriera un poder real, basado en la política y la administración de extensos bienes materiales por toda Europa y más tarde América. Además, la Iglesias poseía sus propias leyes en la forma del derecho canónico y los tribunales de los obispados, en una dinámica que extraía del control de los reyes elementos tan cruciales como el matrimonio o la educación pública, con el agregado de que el sistema laico debía poner a disposición de la Iglesia los medios físicos necesarios para que sus fallos se ejecutaran. De esto podemos sacar dos conclusiones, por un lado, las decisiones de la Iglesia eran en buena medida vinculantes para las autoridades civiles, mientras que estas se convertían en una especie de brazo secular de la Iglesia.

Extremaunción
Monasterio de Cluny

Por ejemplo, si bien el tribunal de la Inquisición era quien condenaba al hereje, era el príncipe quien lo ejecutaba. Mientras tanto, los crímenes cometidos por los miembros del clero (fraudes, robos, violaciones, etc.) no podían ser juzgados por tribunales civiles sino eclesiásticos, dando una amplia capacidad de impunidad a los mismos en función de la solidaridad de grupo. Del mismo modo, la Iglesia marcaba en buena medida las pautas de formación que educarían a las nuevas generaciones, factor que le otorgaba un enorme control sobre las ideas que iban marcando el devenir de las sociedades europeas, siendo incluso muchos de los intelectuales laicos-humanistas del renacimiento, titulares de beneficios y rentas eclesiásticas. Aquello le otorgaba presencia a la Iglesia también en el mundo de las ideas, en un proceso vital para el mantenimiento del estatus quo. Conjuntamente, la Iglesia era una potencia económica a considerar, dado que había aglomerado una masiva cantidad de donaciones y legados por parte de sus fieles entre el siglo IV y el siglo XVI, cuando inició el movimiento reformista de Lutero. Esto convirtió a la Iglesia en uno de los más grandes terratenientes de Europa, cuyas posesiones igualaban o incluso superaban en amplitud a las de toda la población secular junta en algunos lugares de Europa. Como resulta natural, conforme el poder de los reyes y emperadores fue aumentando, las instituciones estatales se fueron consolidando y los ejércitos permanentes se fueron volviendo la regla, las autoridades temporales civiles buscaron mermar y delimitar los privilegios y el poder que podía ejercer la Iglesia, inaugurando una confrontación directa entre los reyes absolutistas y el papa.

Tribunal de la Inquisición
Coronación del emperador

Así, a inicios de la Edad Moderna las monarquías nacionales se enfrentaron a los grandes terratenientes, para que la ley y los tribunales del rey tuvieran una influencia definitiva sobre los señores feudales. En este punto, la Iglesia era uno de los mayores poseedores de tierra, convirtiéndose en objetivo de la política de los reyes, quienes deseaban tener un control directo sobre la Iglesia incluyendo su jerarquía interna. En otras palabras, el alto clero debía estar cada vez más cercano al rey y menos dependiente del papa, aquello facilitó que reyes como Enrique VIII Tudor, separara en 1534 a la iglesia de Inglaterra del resto del mundo cristiano católico, convirtiendo a obispos y arzobispos en altos funcionarios del Estado y al rey en la cabeza de la Iglesia. Ahora bien, los monarcas absolutos del Renacimiento no ponían en duda el poder sagrado de la Iglesia, en realidad lo que buscaban era poner bajo su control el vínculo político-social que dependía de la religión para consolidarse. En palabras de Jacobo I Estuardo rey de Inglaterra en el siglo XVII, ´´No hay obispos sin rey´´ y ´´sin obispos no hay rey´´, por lo que la relación de simbiosis entre ambas instituciones era pues innegable. Bajo este escenario Martín Lutero dedicó su trabajo a criticar el poder terrenal, la doctrina y la práctica sacramental de la Iglesia Católica-Romana, poniendo en tela de juicio su rol como intermediaria entre Dios y los humanos, iniciando una revolución que marcaría la historia del mundo para siempre.

Catalina suplicando en el juicio contra ella auspiciado por Enrique VIII
Jacobo I Estuardo rey de Inglaterra en el siglo XVII

La imprenta y la revolución del libro

Junto a todo el proceso político del que hemos hablado anteriormente, se comenzó una revolución cultural que modificó por completo la relación entre la Iglesia y sus fieles, al introducir una nueva forma de acceder al contenido de las Sagradas Escrituras por medio de libros. Se puede decir sin lugar a dudas que la imprenta se convirtió en el desarrollo técnico más importante del siglo XV, al permitir la difusión rápida y barata de textos con ideas y discursos innovadores, entre los que se encontraban una crítica mordaz a la supuesta perversión que había sufrido la Iglesia a lo largo del tiempo. El impacto de la imprenta fue tal que muchos historiadores incluso afirman que de no ser por este invento, Martín Lutero no hubiese pasado de ser un hereje más de la Edad Media, debido a que sus propuestas hubiesen sido ideas marginales y aisladas dentro de Alemania, sin la posibilidad de llegar a todo el mundo cristiano. No obstante, antes de la actividad reformadora de Lutero un conjunto de humanistas del Renacimiento, se dedicaron a realizar sus propias traducciones de la Biblia, dándose cuenta que la versión de la Iglesia no correspondía totalmente con la versión original del griego. Aquello facilitó la crítica a la Iglesia como intermediaria entre Dios y los humanos, junto a una comparación continua entre las características de la Iglesia de la época y las enseñanzas, ideas y prácticas de las iglesias primitivas. En consecuencia, desde diversos centros del pensamiento, personas del vulgo y figuras eclesiásticas, se comenzó a exigir una vuelta a los fundamentos del cristianismo primitivo, donde la Iglesia no poseía el nivel de poder material y riqueza que ostentaba para el siglo XVI.

Imprenta siglo XV y XVI

Autores como Erasmo de Rotterdam realizaron traducciones del griego al latín fácilmente entendibles para un público ilustrado, retomando la sencillez del Nuevo Testamento, escrito para que fuese entendido por todos pero posteriormente complejizado para consolidar el monopolio de la Iglesia sobre la interpretación de las Escrituras. No obstante, sería Martín Lutero quien incursionaría por primera vez en la traducción de la Biblia a las lenguas vulgares que se estaban convirtiendo poco a poco en lenguas nacionales, siendo el paso del uso del latín a las lenguas vernáculas el último clavo que requería la Reforma protestante, para calar en lo profundo de las sociedades del norte de Europa. La posibilidad de leer directamente los Evangelios por parte de cualquier persona, puso de relieve la necesidad de los Estados de alfabetizar al pueblo, puesto que la unificación del lenguaje se convirtió en un asunto de consolidación de la idea de unidad y más tarde de la construcción de nación. En este periodo tendríamos la Biblia traducida por Lutero, la Biblia de Ginebra de los reformadores franceses y la Biblia traducida al inglés, todas ellas dirigidas a romper el control de la Iglesia romana sobre la enseñanza del Evangelio en sus respectivos reinos. Dicho de otra manera, el monopolio de la Iglesia sobre la palabra de Dios se había roto por completo, junto con el muro que separaba al clero de las masas, quienes habían sido hasta entonces excluidas del poder y el conocimiento que traía el conocer los textos sagrados.

Imprenta siglo XV y XVI
Biblia de Lutero (1534)
Biblia de Ginebra (1560)
Primera Biblia impresa en inglés (1535)

Con esta revolución cultural, el papel de la Iglesia y la interpretación de las Escrituras se volvió un tema público, haciendo que arduas discusiones se desataran en conventos, iglesias, hogares, Consejos municipales, talleres, tabernas y en las calles en general. Además, ahora aquellos que se paraban frente al gran público para dirigir las discusiones no eran sacerdotes o intelectuales, sino gente del pueblo llano con variadas ideas de la fe cristiana, rompiendo con ello progresivamente el control de la Iglesia sobre los fieles y sus gobernantes. Como resulta lógico, todo esto causó una serie de actos de represión y guerras entre quienes que apoyaban la Reforma y las fuerzas que intentaban lograr frenar un nuevo cisma en la cristiandad. Esto trajo un factor extra al problema, puesto que imperios rivales como España, Francia, Inglaterra o el Sacro Imperio, terminaron por convertir las controversias religiosas en competencias geopolíticas por el dominio de Europa y América.  En todo caso, pese a la represión que se gestó entre los siglos XVI y XVII, ninguna de las autoridades que se oponían a la Reforma pudo contener el avance de esta, ni siquiera el mismo Martín Lutero horrorizado por las múltiples interpretaciones que se estaban haciendo de la Biblia, pudo reencaminar las demandas de la población y sus líderes hacia un camino unificado. Ahora bien, esta revolución cultural no acabó por completo las estructuras feudales de Europa, puesto que muchas de estas sobrevivieron dos siglos más hasta la caída del antiguo régimen, pero sí logró debilitar la idea de la Iglesia como intermediaria entre Dios y el pueblo. Por último, cabe mencionar el duro golpe que significó para la autoridad de la Iglesia la desolación y muerte que causó la Peste Negra entre 1347 y 1352, donde la Iglesia se mostró incapaz de remediar el sufrimiento y las causas de esta pandemia. Durante este periodo empezaron a escucharse frases como si Dios es tan bueno porque dejan que nos pasen cosas malas, cuestionando además de manera regular la opulencia de la Iglesia en momentos tan duros para las sociedades europeas, las cuales sentían que esta institución se había alejado del pueblo.

Expansión del protestantismo

¿Quién fue Martín Lutero?

Martín Lutero fue hijo de Hans y Margarethe Luder, nacido el 10 de noviembre de 1483 en la región de Turingia (Alemania). Su familia podía calificarse como campesinos acomodados, pues su padre se consolidó como copropietario de dos minas de cobre, las cuales le permitían mantener cierto nivel de vida. El padre de Lutero confiaba en que su hijo pudiese acceder a algún cargo como funcionario civil, banquero o abogado, con el fin de aumentar el estatus de su familia. Para ello, Hans apostó por la educación de su hijo quien ingreso en varias escuelas de renombre en Mansfeld, Magdeburgo y Eisenach. Así, en 1501 a sus 18 años Lutero ingresó a la Universidad Ergurt, donde fue reconocido por tocar el Laúd y por sus elaboradas reflexiones, al punto de ser apodado como El filósofo. Un año después se graduaría de bachiller y en 1505 de maestro en esta misma institución. Ese mismo año su padre lo inscribiría en la facultad de Derecho de la Universidad, pero se cuenta que un acontecimiento cambiaría para siempre la vida del joven Lutero. Un día camino a casa de sus padres, un rayo cayó muy cerca de Lutero durante una tormenta eléctrica, produciéndole un enorme susto que lo llevó a gritar: ´´¡Ayuda Santa Ana! ¡Me haré monje!´´. Luego de esto Lutero se tomaría muy enserio su promesa, decidiendo abandonar la carrera de Derecho y vender la mayoría de sus libros, con el fin de entrar al monasterio agustino de Erfurt el 17 de julio de 1505, esto aun en contra del deseo de su padre que deseaba la formación en Derecho para Lutero. Dentro de la orden de los agustinos, la vida de Lutero estuvo marcada por rutinas de rezos, ayunos, peregrinajes y confesiones, producto en buena medida de las confusiones y dudas teológicas que experimentaba para entonces el monje.

Hans y Margarethe Luder
Martín Lutero

Pese a esto Lutero se destacó en sus estudios dentro del monasterio, siendo recomendado por su superior Johann von Staupitz para que iniciara una carrera académica. Igualmente, para 1507 Lutero fue ordenado sacerdote y en 1508 comenzó a enseñar Teología en la Universidad de Wittenberg, donde recibió su grado de bachiller en Estudios Bíblicos en ese mismo año. Posteriormente, se graduaría de Doctor en Biblia en 1512, siendo nombrado vicario de su orden y quedando a cargo de 11 monasterios. Algo muy importante de esta época fue que Lutero aprendió griego y hebreo con la mentalidad de acercarse directamente a las fuentes, incursionando en un método mucho más elaborado y propio del humanismo del Renacimiento, a la hora de estudiar las Escrituras. Así, la importancia de este periodo en la vida de Lutero se vería reflejada en sus esfuerzos por traducir la Biblia al bajo alemán, donde todos los conocimientos sobre idiomas resultaron ser cruciales para fundamentar sus posteriores críticas a la Iglesia.

En Lutero se combinaron las ansias de estudios teológicos con un enfoque humanista, el cual le permitió entre otras cosas comparar la Iglesia primitiva con el presente de la Iglesia medieval. Desde su perspectiva, la Iglesia había perdido el norte de muchas de las interpretaciones, prácticas y límites que se había puesto el cristianismo primitivo, siendo tal vez la más importante la doctrina de la salvación solo por la fe, la cual consistía en la idea de que la salvación era un regalo exclusivamente ofrecido por Dios, dado por gracia de Cristo y recibido únicamente por medio de la fe. En este sentido, durante casi toda su vida Lutero tuvo un enorme problema para reconciliar su creencia en Dios como la verdad última, y el cómo los humanos podían acercarse a esta verdad.

Wittenberg

Además, si Dios era un juez estricto e implacable cuya naturaleza es ser divino, todopoderoso y omnisciente, este podía ver en el interior de los corazones humanos para poder castigarlos por sus fallos, por lo que siendo los humanos un cúmulo de fallos cómo podrían obtener el perdón de Dios y la vida eterna en el cielo. En este sentido, según Lutero porqué habrían de estar las enseñanzas de una Iglesia compuesta por humanos imperfectos, por encima del estudio consiente de las Escrituras por parte de cada persona. Por esta razón, Lutero se vio atraído por la teología de la cruz del apóstol San Pablo, pues mediante su interpretación de la Carta a los Romanos, Lutero llegó a la conclusión de que no es el hombre el que se acerca a Dios con “el acto más perfecto” del amor de Dios, sino que por el contrario es Dios quien desciende hacia los seres humanos. Esta teología de la cruz no puede ser vista como una herejía, pues tenía sólidas bases en el Nuevo Testamento y las enseñanzas de muchos Padres de la Iglesia antigua.

Martín Lutero

Críticas, propuestas y reacciones a las ideas de Martín Lutero

Las indulgencias

Algo que llama la atención de la obra de Lutero como reformador, es que la inmensa mayoría de sus críticas a la Iglesia ya estaban presentes en la sociedad antes de que él les imprimiera su propio toque personal. Por su parte, es seguro que Lutero provocó el movimiento reformista de una manera cuasi involuntaria, puesto que si la Iglesia romana hubiese canalizado sus demandas dentro de la misma estructura de la Iglesia, es probable que toda esta controversia no hubiese terminado en un Cisma dentro de Occidente en el siglo XVI. Se puede decir entonces que el principal papel de Lutero fue arrojar pólvora y sustento ideológico a un conjunto de inquietudes religiosas, espirituales, políticas y sociales que ya estaban en boga para su época. Algunos otros críticos de la situación de la Iglesia medieval fueron:

  1. Jan Hus (1369-1415): Huns fue un teólogo y filósofo checo, rector de la Universidad Carolina de Praga. Planteaba que la verdadera Iglesia era invisible y que todos los que pertenecen a la Iglesia son sus miembros. Según él, la iglesia romana tiene un rol eminente, pero no es la verdadera Iglesia de Cristo, ya que Hans enseñaba que solo Cristo era la cabeza de la Iglesia. Además, predicaba que Jesucristo era la verdadera Piedra y no Pedro, razón por la cual el papa con su corrupción y sus muchos pecados y errores, era la encarnación del anticristo.
  2. Ulrico Zuinglio (1484-1531): Zuinglio rechazaba la presencia real de Cristo en la comunión, mientras que proponía suprimir la misa, eliminar las imágenes de las iglesias, decretar la supresión del celibato sacerdotal y establecer una beneficencia para los pobres, financiada con los fondos obtenidos de la secularización de bienes eclesiásticos.
  3. Thomas Cranmer (1489-1556): Cranmer fue el responsable de establecer las primeras estructuras doctrinales y litúrgicas de la iglesia inglesa reformada. Además, supervisó la impartición de la misa en lengua vulgar en Inglaterra.
  4. William Tyndale (1494-1536): Tyndale realizó la primera traducción de la Biblia al inglés.
Línea de Tiempo de la Reforma Protestante

Una de las cuestiones más criticadas por Lutero fue el tráfico de indulgencias generalizado que estaba viviendo la Iglesia, el cual según él atentaba contra la doctrina y corrompía los asuntos sagrados al combinarlos con negocios, política e intereses netamente terrenales. El punto cúspide de la exposición de sus críticas a la Iglesia se daría 1 de octubre de 1517 en víspera de la fiesta de Todos los Santos, cuando Lutero publicó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg sus 95 “tesis” sobre las indulgencias. Estas tesis no pueden ser vistas únicamente como una demanda personal, sino como una petición para que se discutiera de manera pública sobre la doctrina y la práctica de la Iglesia, en atención a un descontento general. Ahora bien, las indulgencias pueden ser definidas como una doctrina que afirma que las consecuencias del pecado, las cuales se manifiestan en penas temporales y en el más allá, pueden ser perdonadas por ciertos actos, donaciones o méritos que a la vista de determinados representantes de la Iglesia (papa, los obispos y los cardenales), pueden constituirse en alicientes para que las penas por los pecados en la vida terrenal y el purgatorio sean menores. Esto repercutió en que los obispos comenzaran a reducir la duración y gravedad de las penas impuestas, puesto que en primera instancia no era necesaria una proporcionalidad entre la falta cometida y el acto de piedad que debía realizarse.

95 “tesis” sobre las indulgencias iglesia del castillo de Wittenberg

Aquello creaba un aura de impunidad y corrupción, debido a que los fieles buscaban negociar con los miembros de la Iglesia ciertos actos de caridad, los cuales los eximieran de una vida de pecados. Dentro de las razones que podían otorgar la indulgencia se encuentran servicios a la fe en las cruzadas o la reconquista española, pero tal vez los más sonados eran los casos donde un papa, obispo o cardenal recibía sumas de dinero, pagos en especie o favores a cambio de emitir una indulgencia. Esto trajo dos problemas desde la perspectiva de Lutero: 1. Un aumento desbordado del poder temporal de la Iglesia, que podía movilizar ejércitos completos o destituir reyes según su conveniencia; 2. El perdón de los pecados se estaba convirtiendo en un negocio muy rentable que constituía una fuente de ingresos constante para la Iglesia, junto a los diezmos, las limosnas y las rentas patrimoniales. La polémica sobre las indulgencias más cercana a Lutero y la Reforma, sería la del fraile dominico Johann Tetzel, quien llegó a vender gran cantidad de indulgencias para financiar la reconstrucción de la basílica de San Pedro en Roma, llegándosele a atribuir la frase de que ´´Cuando el oro suena en el cofre, el alma rescatada salta hacia el cielo´´. Por otro lado, las indulgencias también traían problemas doctrinales ya que el sacramento de la penitencia quedaba relegado a un segundo plano, incluyendo el arrepentimiento que debía venir ligado a la imposición de penas canónicas, puesto que en muchas ocasiones era reemplazado por servicios u ofertas monetarias.

En este sentido, ahora la Iglesia no solo podía atar y desatar el lazo entre los reyes y sus vasallos, sino que podía liberar un alma de su castigo en el purgatorio, siendo incluso posible comprar indulgencias para los muertos. Así, según Lutero el ´´El Papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando y garantizando que fue perdonada por Dios´´, cuestión que es completamente imposible en la medida de que ningún ser humano puede afirmar que conoce los designios de Dios. Para Lutero la Iglesia tenía una clara división entre la ley y el poder de la Iglesia que emanaba de la acción de Dios, puesto que el derecho canónico era una construcción humana que jamás podría compararse con el poder divino. Por tanto, ninguna acción que se fundamentara en la decisión de la Iglesia, podría actuar sobre una persona que se encuentre en el purgatorio.

Johann Tetzel y la venta de indulgencias

El papado romano

En un principio cuando Roma recibió noticias de las 95 tesis de Lutero estas no se trataron como una herejía, siendo muchas de ellas consideradas incluso como válidas en Roma. Prueba de esto es que un año después de este acontecimiento, se emitió una bula desde la Santa Sede llamada Cum Postquam, la cual afirmaba que las indulgencias solo podían aplicarse a las penas pero no a los defectos de las personas, al tiempo que se admitió que el Papa no podía reducir las penas en el purgatorio, pues esto superaba por mucho sus atribuciones como líder de la Iglesia. Los frailes de la orden dominica fueron especialmente cuestionados por Lutero, argumentando estos que el monje ponía en duda las leyes de la Iglesia consagradas en el derecho canónico, socavando por tanto la autoridad del papa. No obstante, esta postura no fue compartida por los monjes agustinos a los que Lutero pertenecía, pues estos entendían las demandas de Lutero como una vuelta a los orígenes y simpleza del cristianismo primitivo. Ahora bien, en los territorios germanos la crítica al excesivo poder temporal del papa ya tenía sus defensores antes de Lutero, bien sea por razones religiosas, morales, políticas o fiscales, puesto que la necesidad de que el papa ratificara al emperador elegido por los príncipes alemanes en el Dieta imperial, era una facultad bastante compleja para el gobierno independiente de estos territorios.

Emperador del Sacro Imperio Romano Germano
Absolutismo monárquico

Hay que tener en cuenta que para el siglo XVI las monarquías nacionales como Francia, Inglaterra y España, ya comenzaban a restringir los privilegios de la Iglesia en sus posesiones, dejando atrás a un comparativamente feudal Sacro Imperio que no poseía autonomía en el plano eclesiástico, en una dinámica que obligaba al Imperio a pagar grandes tributos a Roma debido a la influencia del papa en sus fronteras y organización. En otras palabras, la discusión de las ideas de Lutero en el Sacro Imperio pasaban por cuestiones políticas y sociales profundas, las cuales llevaron a que Roma finalmente terminara por condenarlas en 1520. Con esto las obras de Lutero fueron quemadas en público por muchas autoridades civiles, desatándose una persecución de 3 años que fue radicalizando cada vez más las posiciones de Lutero.

Un ejemplo de lo anterior pudo verse en 1518 cuando Lutero afirmó que “No es justo el hombre que trabaja mucho, sino el que, sin trabajo, cree mucho en Cristo”, por lo que las obras sagradas que constituían el poder de la Iglesia carecían de sentido, dado que las obras de los seres humanos no contaban al final para la salvación. De alguna manera, para Lutero el papa y los concilios podían errar, por lo que toda cuestión relacionada con la Iglesia debía ser comparada primero con la palabra de Dios antes de ser acatada, pues el único criterio de verdad serían las Sagradas Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento. Todo esto, llevaría a que en 1520 se emitiera la bula papal Exsurge Domine con la cual se amenazó con excomulgar a Lutero sino no se retractaba de sus ideas, sin embargo, para entonces ya Lutero había publicado un texto donde defendía que el papado romano era una institución puramente humana e histórica, la cual ni siquiera podía aplicarse a la totalidad del cristianismo.

En consecuencia, según Lutero no por estar fuera de la influencia del papado se era necesariamente un hereje o un mal cristiano, siendo muestra de ello el hecho de que existían numerosas iglesias en Oriente cuyo funcionamiento no respondía al poder del papa, sin que por esto estuvieran fuera de la cristiandad o pudieran ser nombradas como heréticas. Dicho de otra manera, todos los cristianos del mundo solo debían responder a Cristo por medio de su propia fe. En este orden de ideas, no podría existir ningún jefe terrenal de los cristianos o un vicario de Dios, pues ni el papa ni los obispos podían atribuirse a sí mismos el papel de Cristo o igualar la voluntad de este con el accionar de la Iglesia. Según Lutero, solo el bautismo, los sacramentos y el Evangelio hacían a los cristianos, no el papa o sus obispos, menos aun cuando el papado se había convertido en una potencia terrenal más dentro de la competencia por el poder de la Edad Media. No obstante, Lutero no deseaba la eliminación de la figura del papa a la que comparaba con un hecho consumado similar a la dominación de los turcos, lo que no podía aceptar era que ´´algunos hombres establezcan nuevos artículos de fe, difamando a todos los otros cristianos, condenándolos y acusándolos como herejes, apóstatas e infieles solo porque no están sujetos al Papa (…)´´.

La demolición del poder sacerdotal

Una vez que quedó claro que el papa y la jerarquía de la Iglesia no deseaban realizar reformas acordes con la Escrituras, Lutero volcó sus esfuerzos a convencer a los laicos de la necesidad de realizar cambios estructurales en la Iglesia. Así, con sus críticas Lutero subvirtió la institución de la fe jurada que tanto poder otorgaba a la Iglesia, mientras que al mismo tiempo buscó eliminar la separación entre el clero y el laicado, pues en sus palabras todos los cristianos pertenecían al estado eclesiástico. Hay que tener en cuenta que para el siglo XVI existía una fuerte separación entre el estado eclesiástico compuesto por el papa, los obispos, los sacerdotes y los monasterios, y el estado laico que comprende a príncipes, señores, artesanos y campesinos. Aquello fue puesto en tela de juicio por Lutero quien defendía que ´´(…) todos estamos consagrados sacerdotes por el bautismo, (pues como dice San Pedro) (…) Ustedes son un reino sacerdotal y un sacerdocio real´´. Con ello, incluso los sacramentos fueron revisados por Lutero, quien en su texto La cautividad babilónica de la Iglesia, afirmó que de los 7 sacramentos, la eucaristía, el bautismo, la penitencia, el matrimonio, la confirmación, la ordenación y la extremaunción, los cuatro últimos no tenían fundamentos en las Sagradas Escrituras. Llegado este punto ya no había vuelta atrás y en 1520 el papa León X, envió un ultimátum a Lutero quien decidió quemar en público la bula papal en Wittenberg, quedando oficialmente excomulgado en 1521, pese a lo cual su influencia sobre las masas y las élites alemanas no decayó. Asimismo, Lutero se negó a retractarse de sus ideas frente a las autoridades civiles de la ciudad de Worms, cuando este fue convocado a la conocida como Dieta de Worms, donde tuvo contacto con el emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano y fue condenado como delincuente.

Dieta de Worms (1521)
Carlos V y Lutero
Diferencias entre católicos y protestantes

Por su parte, todas estas ideas que minaban el poder jerárquico de la Iglesia, fueron aprovechadas por reyes como Enrique VIII, el cual realizó un examen realista del reformismo al comprender que al expulsar el poder de Roma de la Iglesia en Inglaterra, él podría cubrir el vacío de poder resultante, reforzando de paso su propio poder y apoderándose de enormes riquezas antes destinadas a la Iglesia. Entre las desavenencias que llevaron a la creación de la iglesia anglicana, tenemos la concentración de tierras en manos de la Iglesia, las excepciones fiscales que esta poseía, el deseo de Enrique VIII de divorciarse aun sin la aprobación del papa, la búsqueda de nuevos ingresos para la monarquía, la eliminación del poder político del papa y el clero y la centralización del poder en torno a la figura del rey. Estas mismas razones llevaron a muchos príncipes y nobles a apoyar la Reforma, pues veían a la Iglesia como una entidad política poderosa, cuya influencia se constituía como una competencia para el Estado, debido a su peso sobre la definición de los derechos de las tierras, las sucesiones e incluso el devenir de las guerras. En resultado, aliarse con los protestantes era percibido por muchos nobles como una forma rápida y efectiva de aumentar su poder, al desproveerse de cualquier responsabilidad con Roma. Aun así, la transición de países católicos a protestantes en Europa no fue para nada pacífica, generando una serie de conflictos donde murieron millones de personas, se destruyeron numerosos monasterios, iglesias y obras de arte religioso y se aumentó la colonización en lugares como América, cuando los puritanos debieron huir de la persecución religiosa que estaban viviendo en Inglaterra.

Enrique VIII de Inglaterra (1509-1547)
Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid (1680). Francisco Rizi

Dichas guerras religiosas que se transfiguraron también en luchas geopolíticas entre las principales potencias de la época, tuvieron un pequeño receso con la Paz de Augsburgo de 1555, donde se acordó que los monarcas podían elegir para su reino el catolicismo romano o el luteranismo como fe oficial para su pueblo. Sin embargo, la contrarreforma ejecutada por la Iglesia entre 1545 y 1563 en un intento de frenar el avance del protestantismo, trajo como consecuencia que el conflicto se prolongara tras los intentos de reconvertir a múltiples territorios europeos para entonces protestantes. Así, las tenciones entre protestantes y católicos desembocaron en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), considerada por muchos expertos como la primera guerra mundial de la historia, donde alrededor de 8 millones de personas murieron y el Sacro Imperio Romano quedó virtualmente destrozado. Tras años de guerra sangrienta se firmaría la Paz de Wesfalia (1648), un ícono para la creación del sistema internacional actual y el establecimiento de los Estados nación modernos, pues con este tratado se instauró el concepto de soberanía nacional, el control territorial del gobierno, el principio de la autodeterminación de las naciones, la no intervención en los asuntos internos de otros Estados y la igualdad legal de todos los Estados.

División del mundo por las Bulas Alejandrinas

Igualmente, a nivel religioso se extendió la libertad religiosa para practicar en privado la propia fe, en caso de que esta fuera distinta de la religión oficial del país, haciendo con esto un poco más aceptables las premisas de la democracia. En términos generales, con el tratado de Westfalia se puso fin a la Reforma, pero algunos autores afirman que hasta el día de hoy esta sigue activa. Por otro lado, la Reforma protestante tuvo efectos culturales y sociales determinantes para la historia de Occidente, pues promovió la alfabetización de la población, la creación de sistemas de educación públicos, se definieron los principios del uso de la propaganda para difundir ideas, se privilegió los nacionalismos locales por sobre proyectos transnacionales y se sentaron las bases para los Estados-nación modernos.

Sin embargo, una de las consecuencias cuestionables del reformismo que escapó al control de Lutero, fue que tal y como afirmaba la crítica de la Iglesia católica a sus premisas, el hecho de que no existiera ninguna autoridad central que guiara la interpretación de la Biblia, terminaría por crear múltiples divisiones dentro del protestantismo. Así, todo aquel que tuviera el carisma, el poder o los recursos para hacer prevalecer su versión de las Escrituras, por más alocadas que fueran sus ideas podría establecer una relación entre ellas y la voluntad de Dios, puesto que cada facción consideraría su interpretación como la verdad divina. Aquello podemos verlo en el surgimiento ininterrumpido de nuevas iglesias protestantes en todo el mundo, las cuales dependen de la interpretación de su o sus líderes, degenerando muchas veces en sectas violentas, peligrosas, criminales o alejadas de la realidad.

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