Historia de Tokio. Parte 3

Reconstrucción de Tokio luego del Gran Terremoto de Kantō

La década de 1910 fue una época bastante complicada para la sociedad japonesa y tokiota en particular, debido a la combinación de desastres naturales y crisis económicas devenidas de la política militarista del país. Así, con una prensa cada vez más activa y vigilante de la política imperial, el auge de movimientos obreros, sindicales e intelectuales de corte marxista y las constantes apariciones en público del emperador, quien no se mostraba como una figura digna de ser un dios en la tierra, se comenzó a pensar que el mismo gobierno podía estar en peligro de caer en manos de los sectores de izquierda. Esto cambiaría a partir de 1921 cuando por causa de una enfermedad el emperador Yoshihito, se vio obligado a nombrar como regente a su hijo Hirohito de 20 años de edad, el cual sería coronado como nuevo emperador en 1926 tras la muerte de su padre. Además, en 1920 Tokio había perdido su puesto como ciudad más grande y poblada del mundo, descendiendo al ranking numero 5 después de Nueva York, Londres, París y Chicago. Aquello no quiere decir que la enorme población de Tokio de 2.173.201 habitantes (que pronto subiría a más de tres millones de personas), no ejerciera una enorme presión sobre el transporte público, el suministro de agua, los sistemas de drenaje, la disponibilidad de viviendas y alquileres, la seguridad alimentaria, entre otros factores que causaban descontento entre la población y desafiaban a los ingenieros y autoridades japonesas. Por otro lado, Tokio se había convertido en el centro de la industria del país atrayendo a cientos de miles de trabajadores no calificados, por lo que su crecimiento estaba casi asegurado para las próximas décadas.

Yoshihito y la era Taisho o Gran Legitimidad (1912-1926)
Hirohito y la era Shōwa o Paz Ilustrada (1926-1989)

Esto hizo que la adquisición de terrenos para construir vías férreas, la zonificación de la ciudad, la creación de reglamentos de construcción y la designación de un área metropolitana lo suficientemente amplia para saciar las demandas de expansión de la ciudad, se convirtieran en un dolor de cabeza para los planificadores urbanos. El alcalde de Tokio Goto Shimpei, sería un actor clave en los proyectos para renovar la ciudad puesto que impulsó un plan de modernización radical para esta, el cual fue apodado el Proyecto de los 800 millones de yenes. Los puntos centrales de su propuestas se centraban en construir un entramado de carreteras y vías férreas que aceitaran la maquinaria comercial e industrial de la ciudad, junto a la urbanización de amplias zonas en las afueras de la capital, destinadas a solventar la falta de tierra para la construcción. Con su plan, Goto deseaba que Tokio no fuera ya solo la capital simbólica del país sino el centro de un Estado-nación moderno, abandonando por completo el legado de Edo al reasignar nuevas funciones a todos los espacios de la ciudad. No obstante, el hecho de que sus planes incluían la expropiación de muchos predios en manos de personas influyentes, teniéndose que atentar contra la propiedad privada considerablemente, provocó que su plan fuese constantemente limitado incluso después de la destrucción del Gran terremoto de Kanto en 1923. Así, la política básica de Shinpei Goto para la reconstrucción de Tokio se basó en 4 puntos básicos:

  1. No hay necesidad de reubicar la capital
  2. Los costos de reconstrucción deberían ser de 3 mil millones de yenes
  3. Se debían adoptar las últimas tendencias de planificación urbana de Europa y Estados Unidos, con el fin de construir una nueva capital adecuada para Japón
  4. Para implementar el plan para reconstruir la ciudad, se debían tomar medidas decisivas que afectarían a los propietarios de la tierra
Goto Shimpei
Mapa del incendio del Gran Terremoto de Kanto

Sin embargo, las cientos de miles de personas que se aglomeraron en los campos de refugiados en parques como Hibiya y Shiba, no podían esperar a que cuestiones políticas decidieran el camino a seguir para reconstruir la ciudad. En este sentido, la situación era tan complicada que incluso los estrictos protocolos de la sociedad japonesa se pusieron en pausa, permitiéndose la estancia de miles de personas en los terrenos del Santuario Meiji, el palacio independiente de Hama y los jardines imperiales de Shinjuku. Como podemos imaginar este enorme hacinamiento trajo rápidamente a la población problemas de higiene, puesto que las personas tenían que recurrir incluso al foso del Palacio Imperial para bañarse. Además, en una curiosa escena los pinos frente a la residencia del emperador fueron usados como tendederos de ropa improvisados, en una dinámica que dio gran popularidad a Hirohito por su disposición a apoyar a las víctimas de la hecatombe. Incluso estructuras de lujo como el Palacio Imperial que hasta hacia unos días recibía a embajadores de todo el mundo, se convirtieron en centros de ayuda temporal para las personas sin hogar, donde su personal de catering sirvió estofado irlandés, albóndigas, sopa de pescado y bolas de arroz, cocinadas en fogatas alrededor de una boca de incendios todavía encendida. Aun así, aunque el Hotel Imperial sobrevivió al terremoto, la tierra bajo él se convirtió en lodo licuado, causando que la estructura se hundiera más de 60 centímetros. Aquello condenó al Hotel a descender poco a poco cada año, hasta que cuatro décadas después tuviera que ser demolido (1968).

Parque Hibiya 1920
Parque Shiba 1920
Santuario Meiji
Jardines imperiales de Shinjuku

Ahora bien, aunque las llamas se hubiesen extinguido el caos aún no había sido contenido, esto debido a que una serie de rumores falsos comenzaron a afirmar que coreanos residentes en Tokio habían iniciado los incendios, saqueaban propiedades, envenenaban los pozos e incentivaban las intrigas políticas. Estos rumores llegaron incluso a oídos de Goto Fumio, un funcionario del Ministerio del Interior que ordenó a la policía arrestar a todos los coreanos involucrados en estos incidentes. El momento cúspide de esta situación llegó cundo se popularizó la información de que unos 2.000 coreanos se encontraban en combate con las tropas imperiales, en espera de que un ejército de refuerzo arribara a Tokio. En consecuencia, los coreanos se convirtieron en chivos expiatorios perfectos, haciendo que cualquier persona con un rencor especial o alguna cuenta pendiente con un coreano, buscara venganza en los barrios marginales donde estos vivían. Así, grupos voluntarios de japoneses pulularon por todo Tokio armados con lanzas de bambú, tubos de hierro, garrotes y espadas, rastreando de forma irracional y poco organizada a todo coreano que encontraran, sacándolos de sus hogares y trabajos para ´´matarlos a machetazos´´, colgarlos de los potes de telégrafo, hervirlos vivos en aceite y decapitarlos, si es que no pasaban pruebas improvisadas que medían el nivel de control que estos poseían del japonés. Al mismo tiempo, la policía aprovechó las circunstancias para asesinar a líderes socialistas, sindicalistas y comunistas, en un intento de eliminar toda disidencia de izquierda, desatando una sangrienta jornada donde murieron unos 6.000 coreanos y disidentes. Esta carnicería solo se detendría casi una semana después cunado las autoridades lograron restaurar el orden, aunque solo un puñado de personas fueron condenadas por las masacres.

Masacre de Kantō

Por otro lado, Goto Shimpei antes ridiculizado por sus planes visionarios, se convirtió en presidente de la Agencia de Reconstrucción de la Capital Imperial. Este se alió con el ingeniero Charles Beard, un politólogo, urbanólogo y especialista en urbanismo estadounidense, para diseñar los planes de reconstrucción de Tokio. Así, se inició con la expansión de calles y caminos, la modernización del sistema de transporte público, se construyeron edificios a prueba de incendios y se zonificó de manera más estricta las áreas para residencias, industrias y comercio. Uno de los efectos del terremoto fue hacer que la ciudad fuera más poli céntrica, ya que la reconstrucción desplazó a muchos residentes del centro de Tokio, facilitando el crecimiento de la urbe hacia el oeste en áreas hoy icónicas como Shibuya, Ikebukuro y Shinjuku, las cuales son desde entonces importantes subcentros metropolitanos al estilo occidental. No obstante, el nuevo plan de Goto que implicaba el gasto de 4.080 millones de yenes que equivalían a tres veces el presupuesto nacional, fue de nuevo desestimado por políticos y terratenientes. Esta sería pues la mayor prueba de la nueva élite gubernamental japonesa que no solo debían reconstruir los edificios, sino poner en funcionamiento las 9.000 industrias que habían sido destruidas por las llamas, teniendo que dar empleo a unas 100.000 personas que estaban en paro desde entonces. Al final el presupuesto de reconstrucción sería de unos 1500 millones de yenes, los cuales se invirtieron en mejorar las 52 carreteras arteriales de Tokio que la conectaban con el resto del país, la construcción de nueve puentes de hierro llamados «puentes de reconstrucción del terremoto», la reconstrucción o reforzamiento de 103 puentes menores en todo Tokio y la construcción de tres grandes parques (Parque Sumida, Parque Hamacho y Parque Kinshi).

Tokio 1923
Tokio 1930

En cuanto a los hogares tokiotas estos empezaron a usar estufas abiertas con cocinas de gas, se instalaron grifos y fregaderos en las cocinas, se redujo la dependencia de los pozos y en muchas de las nuevas casas ultramodernas incluso se empezaron a ver las primeras neveras. Además, la reconstrucción de Tokio fue tan acelerada que para 1936 la ciudad estaba en condiciones de ser aceptada para albergar los Juegos Olímpicos de 1940, planeados para que coincidieran con el 2600 aniversario de la leyenda fundacional de Japón, la cual explica el nombramiento divino de Jinmu como primer emperador. De nuevo el gobierno de la modernización se arrojaba el triunfo de llevar a Japón a la escena mundial, luego de reconstruir en poco más de una década una ciudad que había quedado en cenizas. Sin embargo, las constantes guerras que se estaban librando hicieron imposible que se reunieran los materiales necesarios para la construcción de la infraestructura deportiva necesaria para llevar a buen término los Olímpicos, puesto que estos eran elementos esenciales para mantener activo el esfuerzo de guerra. Como resultado, Japón retiró su solicitud para realizar los Juegos Olímpicos, entrando Tokio en el preámbulo de la militarización de la sociedad que caracterizaría los próximos años del país. Aun así, pese a que los Juegos Olímpicos fueron reubicados en Helsinki, el inicio de la Segunda Guerra Mundial impediría que se llevaran a cabo. 

Juegos Olímpicos Tokio 1940
Jinmu primer emperador de Japón
Plan de infraestructura olímpica para 1940
Bandera de Japón junto a la bandera nazi

Las moga (Modern Girl) y la revolución cultural en Japón

Como hemos dicho en el anterior artículo, la modernización de la sociedad japonesa había cambiado incluso la forma de vestir de sus ciudadanos, donde según encuestas realizadas en 1925, el 67% de los hombres tokiotas preferían vestir a la moda occidental. Esto mismo no ocurrió con las mujeres, quienes preferían en un 99% vestirse con kimonos al estilo tradicional. No obstante, de fondo estaba emergiendo una pequeña revolución cultural en la forma de las llamadas modern girl o mogas, las cuales se convirtieron en un símbolo de la occidentalización que estaba viviendo el país. La singularidad de estas mujeres dentro de una sociedad altamente jerarquizada y que ritualizaba tanto la cotidianidad, era permitir que una generación de mujeres jóvenes pudiera desafiar la tradición y su papel dentro de la sociedad nipona. 

Flappers, mogas o modern girls

Así, las mogas adoptaron con pasión la elegante moda europea y estadunidense, la música, la danza y el cine occidental, luciendo cabellos cortos, sombreros de cloche y actitudes típicamente reservadas para los hombres hasta entonces, atrayendo la mirada tanto de sectores progresistas como de los más conservadores. Coetáneo con el movimiento de las flappers occidentales, muchas mujeres japonesas empezaron a usar una vestimenta mucho más ceñida al cuerpo, tener una sexualidad más activa y llevar una vida más independiente al trabajar y tener sus propios ingresos. Estas mujeres de clase media que adquirieron cierta independencia de sus familias, significaron toda una revolución para el Japón de la época, aunque su número en referencia al total de la población del país nunca fue exageradamente alto. Por otro lado, el aumento de la educación posibilitó el surgimiento de gran cantidad de bares, cafés y cervecerías de estilo alemán en Ginza, donde se discutían las novelas rusas, las teorías marxistas y las obras de Schopenhauer y Kant. En estas tertulias participarían escritoras y mujeres intelectuales, quienes se articularon activamente en los movimientos políticos y sociales de la época. En consecuencia, dependiendo de a quién se le preguntase, todos estos cambios eran el fiel reflejo de un nuevo Japón librepensador y moderno, mientras que otros responderían que esta era la antesala a la decadencia moral y social que había llegado con la modernización del país.

Ryo Hattori. Jazz japonés
Tango en japonés. Helen Sumida & Ichiro Fujiyama. Oh doña Clara
Tango en español cantado en Japón. Ikuo Abo. En esta tarde gris

Algunas de las figuras que inspiraron la estéticas de las mogas en Japón, fueron por ejemplo Gloria Swanson, Pola Negri y Mary Pickford, todas ellas famosas tras la llegada de los cines al país, creando rápidamente nuevos ideales de belleza y relaciones de pareja que hasta hacía unas décadas eran casi impensables en Japón. Un caso curioso de la influencia del cine en la década de 1920 y 1930, fue el alza en el número de suicidios dobles inspirados por las escenas de amor romántico de la pantalla grande, dado que el amor romántico era estrictamente limitado por la rígida estructura social japonesa, donde los matrimonios requerían de un protocolo muy elaborado. Así, los cafés y bares en Ginza se llenaron de mujeres trabajando como camareras, dependientas de grandes almacenes, funcionarias del gobierno, enfermeras, telefonistas, esteticistas, enfermeras, mecanógrafas, maestras almacenistas, choferes, conductoras de autobús, gasolineras y escritoras, incentivando la aparición de más establecimientos dedicados a emular la cultura popular de Nueva York y París, con nombres tan dicientes como «Mon Ami» y «L’Automne». A su vez, pastelerías francesas como Colombin exhibía una réplica de ocho metros de la Torre Eiffel, junto a un techo decorado por el joven artista Fujita Tsuguharu. Para entender el alcance de este cambio, el área de la estación Naito Shinjuku creada en 1885, era hasta 1920 asociada a prostitución y a los carros de basura nocturnos que se reunían allí, siendo curioso que las mujeres que trabajaban en este lugar fueran descritas como ´´apestosas a estiércol´´. Sin embargo, en 1920 esta misma área era sinónimo de café y chocolates rusos, pan europeo acabado de hornear en el Tokyo Pan Bakery, tardes de cine en el  Art Deco Musashino Cinema, artistas callejeros, tigres saltando a través de aros en llamas, jinetes, osos, monos y elefantes realizando trucos, ferias y espectáculos de monstruos, comer platillos exóticos, striptease, entre otras muchas actividades dedicadas al ocio y el consumo.

Gloria Swanson
Pola Negri
Mary Pickford

Inclusive existía un edificio llamado Panorama kan, donde se exhibían modelos de soldados a tamaño real y escenas que reproducían la Guerra Civil estadounidense, junto a los recientes conflictos librados por Japón en China. La primera sala de cine de la zona, Denkikan o Electric Hall, se inauguró en el bloque de entretenimiento conocido como Rokko en 1903. Las escenas de Kabuki y chambara (dramas japoneses de lucha con espadas) seguían siendo inmensamente populares, pero también se podía ver películas como las del alemán Robert Wiene y obras experimentales de directores japoneses como Thomas Kurihara o Kinugasa Teinosuke. Sin embargo, junto a este despampanante esplendor las consecuencias de la modernidad se dejaron ver en la forma de cientos de mendigos y marginados, los cuales se aglomeraban en algunos sectores de Asakusa intentando mantener el calor en los duros inviernos de la ciudad. Esto era visto por muchos como una señal que indicaba que al igual que la modernidad, la desigualdad estaba creciendo de manera abrumadora.

La nueva cara de la sociedad tokiota

Volviendo a las mogas, es interesante señalar las palabras dichas en el primer magacín feminista de Japón, fundado por un grupo de universitarias dirigidas por la escritora Hiratsuka Raichō, el cual funcionó entre 1911 y 1916 con el nombre de Revista Seitō: ´´Al principio, la mujer era ciertamente el sol. Una persona auténtica. Ahora ella es la luna, una luna débil y enfermiza, dependiente de otro, reflejando el brillo de otro. (…) Ha llegado el momento de que recapturemos el sol escondido dentro de nosotras´´. Esta revista incrementaría con el tiempo sus reivindicaciones políticas a favor del acceso de la mujer a la educación y la obtención de los derechos de voto, divorcio y aborto, topándose con la censura estatal que la veía como una amenaza a la tranquilidad social. En otras palabras, la Revista Seitō contribuyó de manera decisiva a definir la construcción de la “nueva mujer” japonesa, siendo su fundadora la creadora en 1919 de la Asociación de las Nuevas Mujeres (Shin fujin kyōkai), el primer grupo que reivindicó el sufragio femenino en Japón.

Ahora bien, cabe aclarar que la imagen que nos llegó de las mogas en la actualidad, está profundamente influida por los medios de comunicación que exageraron o caricaturizaron muchas de sus características, como puede ser la supuesta promiscuidad o falta de valores tradicionales. Una de las consecuencias de esto fue que el acoso sexual de las mujeres que viajaban solas en los trenes eléctricos de Tokio se disparó, en buena medida debido a que la imagen de las mujeres trabajadoras que rompían con su papel de esposas y madres, fue elaborado a través de un razonamiento que las vinculaba con una virtud cuestionable y promiscua, lo cual de alguna manera justificaba el acoso que recibían.

La decadencia de las mogas se produciría a partir de 1925, tras la promulgación de la Ley de Preservación de la Seguridad Pública, cuya meta era perseguir a ´´cualquiera que haya formado una asociación con el objetivo de alterar la identidad nacional (kokutai) o el sistema de propiedad privada´´, siendo esta ley respaldada por la temida policía política conocida como Tokubetsu Kōtō Keisatsu, que durante esta época arrestaría a más de setenta mil personas. Con esto la transición hacia la austeridad de la Segunda Guerra Mundial había iniciado, cobrándose la libertad física y cotidiana de mujeres activistas que fueron perseguidas tenazmente, mientras que al mismo tiempo se imponía desde el Estado un modelo de mujer como sinónimo de maternidad, economía y abnegación.

Hiratsuka Raichō
Asociación de las Nuevas Mujeres (Shin fujin kyōkai)

Ahora bien, cabe aclarar que la imagen que nos llegó de las mogas en la actualidad está profundamente influida por los medios de comunicación que exageraron o caricaturizaron muchas de sus características, como puede ser la supuesta promiscuidad o falta de valores tradicionales. Una de las consecuencias de esto fue que el acoso sexual de las mujeres que viajaban solas en los trenes eléctricos de Tokio se disparó, en buena medida debido a que la imagen de las mujeres trabajadoras que rompían con su papel de esposas y madres, fue elaborado a través de un razonamiento que las vinculaba con una virtud cuestionable y promiscua que de alguna manera justificaba el acoso que recibían. La decadencia de las mogas se produciría a partir de 1925, tras la promulgación de la Ley de Preservación de la Seguridad Pública, cuya meta era perseguir a ´´cualquiera que haya formado una asociación con el objetivo de alterar la identidad nacional (kokutai) o el sistema de propiedad privada´´, siendo esta ley respaldada por la temida policía política conocida como Tokubetsu Kōtō Keisatsu, que durante esta época arrestaría a más de setenta mil personas. Con esto la transición hacia la austeridad de la Segunda Guerra Mundial había iniciado, cobrándose la libertad física y cotidiana de mujeres activistas que fueron perseguidas tenazmente, mientras que al mismo tiempo se imponía desde el Estado un modelo de mujer como sinónimo de maternidad, economía y abnegación.

Policía política, Tokubetsu Kōtō Keisatsu

Crack del 29 y el militarismo japonés

Tras décadas de guerra en China y enfrentamientos con Rusia, Japón comenzó a sentir el peso de estos conflictos en su economía, esto disparó la desigualdad social e incentivó los movimientos proletarios. Dicho contexto repercutió en el movimiento de la Democracia Taisho, nombrado así por historiadores japoneses posteriores a la Segunda Guerra Mundial, debido al malestar y el cambio social que significó el aumento de la educación y el ascenso de la clase media, provocando grandes marchas donde muchos japoneses comenzaron a exigir mayor participación en los asuntos de Estado. Cuestiones como los derechos de los trabajadores, el rol restrictivo de la mujer, la fuerte censura gubernamental y la represión estatal, se convirtieron en el pan de cada día de la realidad japonesa. Por otro lado, el Crack del 29 que siguió al fin de la Primera Guerra Mundial golpeó especialmente a Japón, produciéndose protestas que dieron cierta esperanza a los socialistas y comunistas japoneses de que una revolución de tipo bolchevique fuera posible. Así, ya en 1919 en el parque Hibiya se realizaban las primeras manifestaciones para pedir el sufragio universal sin discriminación, la nueva mujer de la era Meiji exigía mejores condiciones de vida para sus familias, las mogas pedían el sufragio femenino y mejores oportunidades y los trabajadores exigían el respeto de sus derechos. Estas protestas fueron brutalmente sofocadas con el uso de grupos mafiosos que se combinaron con la policía para romper las huelgas, pues el lema del gobierno era modernidad sin democracia.

Keita Yoshikawa (Escuela de Graduados en Humanidades, Universidad de Kobe)
Protestas en Tokio

Este cambio se vio directamente en la cotidianidad de Tokio incluso en lugares como Asakusa, donde el Swing, el shimmy y el beguine, fueron reemplazados por el sonido de botas militares y melodías como The Imperial Army Marches Off  y la Military Spy Song. Los teatros Revue que antes realizaban espectáculos combinados de música, danza y sketches, ahora representaban obras como Decisive Aerial Warfare Suite, en un entretenimiento cada vez más influido por los valores nacionalistas y el belicismo. Así, tras la muerte del emperador Taisho en 1926 y la ascensión al trono de su hijo Hirohito en 1928, el gobierno realizó un ritual que servía para que el nuevo emperador se transfigurara formalmente en un dios viviente, bajo la presencia de la diosa del sol Amaterasu y los santuarios sagrados de Ise. Posteriormente, en su camino de regreso a Tokio, Hirohito vestido con un uniforme militar completo pasó revista a unas 35.000 tropas imperiales, para luego dirigirse al muelle naval y dar su aprobación a la flota de 208 barcos, dos portaaviones y 39 submarinos que constituían la cuarta marina más poderosa del mundo. El reinado de Hirohito denominado Showa o era de la paz ilustre, irónicamente sellaría el futuro de Japón en su camino a la Segunda Guerra Mundial. La sensación de militarismo y represión fue tal que el afamado escritor japonés Akutagawa Ryunosuke, decidió suicidarse dejando una nota donde afirmaba tener un «oscuro sentimiento de ansiedad sobre el futuro», pensamiento compartido por muchos intelectuales japoneses de la época que veían como años de avances culturales podían desaparecer bajo la preeminencia de los militares.

Militarización de la sociedad japonesa

Ni siquiera la construcción en 1936 del nuevo edificio para la Dieta Nacional de Japón donde se reunían la Cámara Alta y Baja de la asamblea, puso límite a la creciente militarización de la sociedad, muy por el contrario su misma construcción representaba un mensaje de nacionalismo y orgullo japonés exacerbado. La apuesta de esta estructura era usar arquitectos, materiales y mano de obra japonesa, para crear un edificio sismo resistente que simbolizara la nueva época que se avecinaba en el país. Esta premisa fue cumplida con excepción de las cerraduras, los calentadores termostáticos y las torvas de correo importadas de Estados Unidos, junto a una serie de vidrieras y espejos traídas de Gran Bretaña. La Dieta construida de hormigón y granito se presentó como invulnerable a todos los terremotos, teniendo además una torre de 65.8 metros que representaba la estructura más alta de la ciudad, pero la cual no podía ser visitada por el público en general debido a que su vista daba a los terrenos del Palacio Imperial. Además, tras una década de reconstrucción Tokio se convirtió en la ciudad con más concentración de industrias pesadas del país, en sede de casi todas las oficinas centrales de las empresas financieras privadas de Japón y centro de algunas de las mejores universidades del mundo, todo esto transformó a Tokio en la capital más industrializada y avanzada de toda Asia.

Dieta Nacional de Japón

Por otro lado, entre 1920 y 1930 Tokio fue absorbiendo a los pueblos y aldeas circundantes, pasando de tener 15 distritos a 35 en cuestión de unas décadas. El Gran Tokio ahora tenía una población de 4.970.000 habitantes y poseía el título de la segunda ciudad más grande del mundo después de Nueva York. Además, en 1943 toda la prefectura de Tokio se fundiría con la ciudad, creando la Metrópolis de Tokio que tenía dentro de sí a 26 ciudades satélites, cinco pueblos y ocho villas, cada una de ellas con su propio gobierno. La superficie de Tokio era para entonces de 2187,08 km². Algunas de las construcciones más famosas de este periodo son el aeropuerto de Haneda (1931), el mercado mayorista más grande del mundo en Tsukiji (1935), el reconstruido templo budista Tsukiji Honganji que encarnaba las aspiraciones pan asiáticas de Japón (1934), entre otros edificios que siguieron transformando el paisaje urbano de Tokio. Para entonces la despreocupación y desenfreno de los locos 20 ya parecían un extraño recuerdo, esto puede verse en que para 1935 muy pocos cafés como el Tokyo Café Sabo de Ginza seguían abriendo su salón de cerveza de verano, debido a que se había instalado una auto prohibición de los lujos y el ocio, en apoyo a los soldados que morían en los campos de Asia. Igualmente, para 1940 las cafeterías y bares casi estaban vacíos y el placer era visto como una cuestión antipatriótica, mientras que las radios de la ciudad que antes transmitían alegres canciones populares ahora eran monopolizadas por canciones militares, violas lúgubres y propaganda bélica.

Metrópolis de Tokio

De manera similar, el cine fue constantemente censurado dejando atrás las obras del cineasta Ozu Yasujiro, quien en 1935 trató de representar las duras condiciones de Japón en la historia de un padre y su hijo, los cuales recorrían las calles de Tokio en busca de trabajo sin ningún éxito, teniendo que elegir entre dormir bajo techo o comer. Ahora las obras impulsadas por el gobierno incluían la película nacionalista Patria, la cual buscaba transmitir la idea de un Japón invencible en su expansionismo. Lo mismo ocurrió con los teatros kabuki que fueron vistos como entornos perfectos para promover modelos de lealtad y patriotismo entre la población, sirviendo como instancias de preparación para el esfuerzo bélico. Obras como las ´´Three Heroic Human Bombs´´ (1932) y Kojiki (1940) dominaron los teatros, siendo esta última una representación de la mitología japonesa, al recuperar la figura de Amatrasu arrojando su benigna luz sobre toda Asia o al menos sobre aquellos pueblos bajo el Imperio japonés. Por su parte, los gobiernos y políticos moderados fueron constantemente atacados produciéndose el asesinato a puñaladas del primer ministro del Partido de la Libertad Hara Takashi en 1921, del exministro de finanzas en 1932, entre otras figuras importantes de la política japonesa. En este periodo se crearon asociaciones extremistas de derecha nacionalista como la Liga del Juramento de Sangre, encabezada por fanáticos de la secta budista de Nichiren, quienes prometieron asesinar a un político o persona prominente cada uno.

Ozu Yasujiro. Un albergue en Tokio (1935)
Barro y Soldados. Tomotaka Tasaka (1939)
Anuncio de disco con canciones militares de 1932
Tres bombas humanas heroicas (1932)
Hara Takashi en 1921

El radicalismo de estos años fue tal que casi alcanza al mundialmente reconocido Charles Chaplin, quien durante una gira por Japón en 1932, se convirtió en objetivo militar para estas organizaciones, salvándose solo porque el asesinato del primer ministro Inukai Tsuyoshi no permitió que el grupo llamado Hermandad de Sangre, concluyera sus planes para un golpe de Estado. No obstante, la insurrección armada más seria de esta época ocurrió en 1936, cuando en invierno más de 2000 soldados con base en Tokio, organizaron el golpe de Estado conocido como Ni-Ni-Roku Jiken o el ´´Incidente 226´´, con el objetivo de crear una nueva Restauración al estilo Meiji. Factores como la corrupción política, los recortes al presupuesto militar y la crisis económica motivaron el levantamiento, causando la muerte de políticos y funcionarios militares y civiles claves para la facción moderada, entre ellos el Ministerio de Finanzas, Takahashi Korekiyo, quien era uno de los moderados que estaban impulsando los recortes fiscales en el gasto militar. Aun con todo, el golpe de Estado no prosperó y las tropas volvieron a sus cuarteles, no sin antes dejar claro que el militarismo japonés había llegado para quedarse.

Charles Chaplin en Japón

La Segunda Guerra Mundial y el colonialismo japonés en China y el Pacífico

Luego de desmostar su superioridad militar en el territorio Chino, Japón había obtenido amplios privilegios comerciales y concesiones territoriales de parte de la Dinastía Qing. Tal vez la más importante de ellas fue el extenso territorio de Manchuria donde Japón impuso un Estado títere llamado Manchukuo bajo el gobierno del último emperador Qing Puyi. Con esta nueva colonia Japón tubo a su disposición abundantes tierras cultivables, mano de obra barata y recursos estratégicos como hierro, zinc, carbón, plomo, cobre, plata y oro. A esto habría que sumar la victoria en la Guerra Ruso-Japonesa de 1905, la anexión de Corea en 1910 y la toma de algunas de las posesiones alemanas en Asia y Oceanía después de la Primera Guerra Mundial. Aquello dio un gigantesco impulso a la industria japonesa, que por primera vez podía ser autosuficiente en algunas de las materias primas que necesitaba para mantener su modernización. Sin embargo, esto también trajo inflación a Japón a causa del aumento de su gasto militar de manera desorbitada, junto a la emisión de bonos de deuda que se transformaron en una espiral que cada vez requería más recursos. Por otro lado, el hecho de que la mayoría de guerras que libró Japón durante la Segunda Guerra Mundial no fueron en contra de países libres y soberanos, sino en posesiones coloniales, concesiones extranjeras y asentamientos dominados por occidentales, trajo una especie de sentimiento panasianista y un convencimiento de la superioridad racial japonesa. De alguna manera los japoneses se veían a sí mismos como verdugos de los occidentales y liberadores de Asia, la cual debía estar bajo su control casi por derecho divino.

Muchos intelectuales creían incluso en la llamada Esfera de Prosperidad de la Gran Asia Oriental, pese a que los ejércitos japoneses eran comúnmente culpados de realizar atrocidades en China. Otro ejemplo de cómo estas corrientes idealistas no se correspondían con la realidad, puede verse en el promedio de vida de los habitantes de Manchukuo que era de solo 36 años, en comparación con los 65 de Estados Unidos, los 48 de Japón o los 44 de Corea, para entonces bajo dominio nipón. Del mismo modo, los japoneses no fueron vistos como liberadores por estos pueblos a excepción tal vez de Taiwán, la cual se desarrolló rápidamente gracias a la ocupación. Por el contrario, los miembros de las sociedades colonizadas eran vistos como inferiores, inclusive si se alistaban en el ejército imperial manchú, cuestión que hizo imposible generar una fuerza coherente que pudiera resistir el avance de los soviéticos a finales de la Segunda Guerra Mundial. En resultado, durante la ofensiva soviética se presentaron rendiciones de ejércitos completos sin siquiera luchar, deseosos de librarse del dominio japonés.

Último emperador de Qing, Puyi
Manchukuo (1932)
Panasianismo
Promedio de vida Manchukuo

A efectos prácticos, la modernidad que Japón traía a muchos de estos lugares era solo un cascaron vacío de Estado e infraestructuras, cuyo verdadero objetivo era convertir estos territorios en fuentes de recursos para la guerra y áreas futuras de colonización para el exceso de población japonesa. Aun así, para los japoneses esta expansión fue vista acorde a su derecho a la grandeza nacional, tal y como antes lo habían hecho los franceses, británicos y demás occidentales a los que estaban simplemente suplantando. Igualmente, cualquier voz de disidencia en universidades y centros de pensamiento fue silenciada por la kenpeitai o policía militar, quienes apresaron por ejemplo al destacado investigador pacifista Yanaihara Tadao, destituyéndolo de su cargo en la Universidad Imperial de Tokio en 1937, por su postura antimilitarista. Ahora el librepensamiento era objeto de persecución en las universidades, ocupando su lugar toda una generación de patriotas segados por los objetivos de la guerra.

Bajo el contexto de dos golpes de Estado fallidos, un recrudecimiento de la guerra en China que se negaba a rendirse, escases de mano de obra y dificultades para acceder a suministros militares, el gobierno de Tokio decretó la movilización espiritual total, el racionamiento de los artículos básicos y la creación de asociaciones vecinales encargadas de vigilar y acusar a cualquier posible disidente. La cotidianidad de Tokio y todo Japón ahora estaba en función de la guerra, en una dinámica que despertó la efervescencia religiosa hasta el punto de convertir al conflicto en una guerra sagrada. En consecuencia, los rituales sintoístas se usaron para dar un aura sagrada al militarismo nipón, estableciendo una relación parecida a la del cristianismo o el islam cuando llamaron a sus pueblos a las cruzadas. Así, algunos budistas prefirieron guardar silencio y recluirse en sus templos, pero muchos otros respaldaron a los militares en su plan para imponer en la sociedad un patriotismo armado radical. Por otro lado, llegado este punto el choque con Occidente era inevitable, a causa del embargo petrolero impuesto por Estados Unidos a Japón y a la presencia de colonias europeas en el espacio de expansión natural nipón. La entrada de Japón a la Segunda Guerra Mundial se produciría luego del ataque a la base estadounidense de Pearl Harbor en 1941, el cual fue promovido por los sectores más radicales del gobierno nipón ignorando las advertencias del almirante Yamamoto Isoroku, quien argumentó que cualquier victoria en el Pacífico sería de corta duración, pues Japón no podría resistir por más de seis meses el empuje imparable de la industria militar estadounidense.

Expansionismo japonés y Pearl Harbor

En consecuencia, la guerra total se avecinaba a Japón cada vez con más fuerza, haciendo que muchos japoneses intentaran evitar el servicio militar tatuándose, dado que las autoridades concebían a las personas tatuadas como personajes problemáticos que afectarían la disciplina de los soldados. Aquello repercutió en que tatuarse quedara estrictamente prohibido, siendo castigada cualquier muestra de rechazo a la guerra con encarcelamiento inmediato e incluso condenas más graves. Para evitar este destino pero al mismo tiempo mostrar su desaprobación al militarismo del gobierno, escritores como Nagai Kafu se negaron a escribir durante toda la guerra, convirtiéndose en una especie de héroes nacionales del Japón pacifista de la posguerra. En este sentido, pese al entusiasmo y euforia inicial por el éxito de Pearl Harbor, rápidamente quedó claro que Japón no contaba con los hombres o los recursos requeridos para dominar el extenso territorio chino, o siquiera para aprovisionar a sus tropas dispersas a lo largo del Pacífico. Así, cientos de miles de soldados imperiales murieron de hambre por la falta de suministros en Filipinas y otras islas de la región, dinámica que convirtió una lucha que se preveía ganar en seis meses en una guerra total por la supervivencia del Imperio japonés. Como resulta lógico, la pobreza, la escasez y las penurias se apoderaron de la vida cotidiana de Tokio, donde incluso era considerado indecoroso divertirse demasiado cuando los soldados estaban en primera línea muriendo por la nación. Por ende, las cafeterías, bares y cafés cerraron o trabajaron en horarios reducidos, hasta poco a poco ir cerrando sus puertas por la escasez y la persecución de la policía militar. Aquello empeoró mucho más cuando en 1942 la primera expedición aérea estadounidense alcanzó Tokio con sus B25, los cuales habían despegado desde el portaaviones USS Hornet en una misión sin retorno, logrando causar daños menores en una planta siderúrgica, un tanque de petróleo, una granja, varias centrales eléctricas pequeñas, sitios civiles como escuelas y un hospital del ejército, dejando tan solo unas 39 víctimas mortales.

Incursión de Doolittle, 18 de abril de 1942

Ahora bien, pese a que los efectos del bombardeo parecen mínimos, lo cierto es que demostraron que Tokio no estaba fuera del alcance de la abrumadora industria militar de Estados Unidos, sirviendo como un augurio de la posterior destrucción de Tokio a manos de las fortalezas voladoras B29 estadounidenses. Así, pese a que la moral de la población seguía alta las continuas noticias de escasez de alimentos, rumores de derrotas en el Pacífico y la llegada de miles de urnas con los restos de jóvenes japoneses muertos en batalla, ya despertaban cierto temor en las población japonesa. No obstante, las pérdidas individuales eran aceptadas estoicamente como sacrificios en pos del bien de la nación, los cuales se verían recompensados por la aparente invencibilidad de Japón. Por su parte, poemas con un carácter fuertemente nacionalista se habían vuelto comunes en los colegios nipones, siendo algunos de ellos de obligatoria memorización:

Nuestro gran Japón, cuyo emperador es descendiente de Dios.

Nuestra nación nunca ha perdido ante sus enemigos.

Cada día, el país brilla más con su gloria. .

Militarización de la sociedad japonesa

Aun así, los estragos de la guerra ya se comenzaban a volver evidentes pues por ejemplo los templos budistas, oficinas gubernamentales, escuelas y otros edificios públicos, que durante la era Meiji habían sido instados a reemplazar sus puertas de madera por modernas puertas de hierro forjado, ahora debían donar estos materiales al esfuerzo de guerra debido a la asfixiante falta de materias primas que atravesaba el país. Asimismo, las campañas para recoger chatarra se hicieron frecuentes, haciendo difícil para la propaganda japonesa ocultar lo mal que iba la guerra. Inclusive la famosa estatua de Hachiko en la estación de Shibuya, reconocido por esperar en dicha estación entre 1925 y 1934 a su dueño el profesor de agricultura de la Universidad Imperial de Tokio, Ueno Hidesaburo fallecido a los 53 años, fue derretida en 1940 para contribuir al esfuerzo de guerra. Hasta entonces Hachiko había sido símbolo de la lealtad incondicional que el Estado pedía a sus ciudadanos, los cuales tenían que estar dispuestos a darlo todo para librar una prolongada guerra de colonización y conquista en gloria del emperador y la nación. Dicha estatua sería reelaborada en 1948 convirtiéndose en parte de la vida cotidiana de Tokio, siendo uno de los mayores atractivos turísticos de Shibuya.

Hachiko (1925)

El sueño de invulnerabilidad japonés terminaría en 1944 cuando los bombarderos estadounidenses alcanzaron definitivamente Tokio, cambiando la euforia por la presencia de ciudadanos apáticos, desnutridos, negocios cerrados, largas filas para conseguir los escasos víveres que se proporcionaban a la población y numerosos voluntarios cavando trincheras antiaéreas por toda la ciudad, con la esperanza de poder soportar las bombas de los B29 que arrasaban sin pausa sus hogares. Los bombardeos en Tokio se hicieron tan comunes que los tokiotas comenzaron a llamar a los aviones estadounidenses okyakusama o invitados de honor y el correo regular. Para el 27 de enero de 1945 los ataques aéreos de Estados Unidos en Ginza dejaron mil civiles muertos, generando una tétrica escena donde cerca al parque Hibiya varios perros callejeros fueron asesinados, con el objetivo de que estos animales no devoraran a los muertos.

Sin embargo, lo anterior se quedaría corto cuando el 9 de marzo de 1945 los estadounidenses comenzaron bombardeos de alfombra indiscriminados y redadas nocturnas, con el fin de causar de manera masiva el mayor número de bajas entre la población civil, en un intento de forzar la rendición de Japón mediante el aumento desbordado del sufrimiento de sus ciudadanos. En otras palabras, las bombas de alto explosivo diseñadas para destruir edificios y objetivos específicos, fueron reemplazadas por una nueva sustancia incendiaria llamada napalm, la cual era una mescla de gasolina en gelatina y magnesio que producía un fuego incontrolable. Estas bombas eran arrojadas sobre lugares sin mucho interés militar y densamente poblados como el distrito de Asakusa, donde sus estrechas callejuelas y sus techos de madera maximizarían el número de muertos. La única explicación que se otorgó para justificar esta decisión, era el deseo de destruir las pequeñas industrias que nutrían con suministros de todo tipo a las grandes fábricas militares japonesas.

Bombardeo de Tokio

Para entender la magnitud de lo que estaba ocurriendo, cada B29 podía cargar hasta 6 toneladas de bombas, las cuales actuaban de una forma tal que convertían a los refugios antibombas improvisados por los tokiotas, en nada más que agujeros en el suelo cubiertos con esteras de tatami empapadas en agua, los cuales esperaban su turno para convertirse en tumbas incandescentes. Así, solo el 9 de marzo de 1945 se arrojaron sobre Tokio en tres horas a partir de las 3 a.m., 1.700 toneladas de bombas desde 334 bombarderos, destruyendo gran parte de Tokio, asesinando a cerca de 100.000 civiles y dejando a un millón de personas sin hogar. Este sería recordado para la posteridad como el bombardeo más destructivo de la historia y la primera masacre de alta tecnología de Estados Unidos.

Algunos testimonios afirman que los incendios fueron tan fuertes, que el cielo estaba lo suficientemente brillante como para que los aviadores estadounidenses pudieran ver sus relojes, sin apoyo de luz en la cabina a una altitud de 20.000 pies. A su vez, en Tokio se desató una tormenta de fuego que alcanzó los 112 kilómetros por hora y los 1.000 grados centígrados. Este ataque llegó a ser tan controvertido que el general Curtis LeMay arquitecto de esta masacre, llegó a afirmar que ´´de haber sido derrotado Estados Unidos, habría sido juzgado como criminal de guerra por los civiles´´ que, como dijo con sus propias palabras, había “chamuscado, hervido y horneado hasta la muerte”. Como en 1923, el desastre fue tal que el metal se derritió, los canales de agua comenzaron a hervir y los seres humanos estallaron en llamas, necesitándose 25 días para sacar a los muertos de las ruinas de Tokio.

Bombardeo de Tokio

Por otro lado, el día del bombardeo el piloto Raymond Halloran saltó del B29 en el que volaba tras ser impactado, siendo capturado al caer por fuerzas japonesas mientras la ciudad ardía, este sería confinado en un régimen de aislamiento durante 67 días, siendo trasladado después al Zoológico de Ueno para ser exhibido como el odiado piloto B29. Halloran cubierto de picaduras de insecto y lleno de piojos, sirvió como la única atracción del zoológico, pues para ese momento todos los animales habían muerto de hambre o por envenenamiento. Cabe mencionar que los japoneses tampoco habían tenido ningún reparo en asesinar en masa, torturar y experimentar con civiles chinos, coreanos, filipinos y prisioneros de guerra, llegando a ser famosas las atrocidades del Escuadros 731, los bombardeos incendiarios en Chongqing que causaron la muerte de 10.000 civiles chinos (1938), la masacre de Nankín que dejaría 300.000 civiles chinos muertos (1937-1938) y la esclavización de 200.000 mujeres coreanas, chinas, filipinas, entre otras nacionalidades, destinadas para el uso sexual de sus soldados, al ser consideradas ´´mujeres de consuelo´´.

Crímenes de guerra japoneses en China

Para 1945 la situación de Tokio era tan desesperada que cuestiones básicas como la comida, el combustible o las zonas para refugiarse se convirtieron en lujos, al punto de que muchas familias tokiotas que solo recibían batatas para alimentarse, se vieron obligadas a cortar trozos de postes telefónicos para usar la madera como combustible. Incluso los santuarios ubicados en los terrenos del Palacio Imperial habían sido destruidos en 1945, ahora ni siquiera el patriotismo místico podía mantenerse en pie de manera orgullosa. Sin embargo, los tokiotas no estaban tan preocupados por la situación física de su ciudad, pues antes se habían recuperado de desastres similares, lo que en realidad minaba su confianza era la zozobra de perder hasta los elementos más básicos que garantizaban su supervivencia. En palabras del novelista y ensayista Takeyama Michio: “En aquellos días de ataques aéreos, cada nuevo día, pensábamos, era ‘el fin del mundo’. Fue un shock ver que el fin del mundo era tan hermoso, como las alucinaciones de un lunático”. Por otro lado, el territorio de Tokio fue ocupado por fuerzas estadounidenses cuando estos llegaron a las islas Ogasawara, las cuales estaban a mil millas de distancia de Japón, pero que oficialmente pertenecían a la prefectura de Tokio. Algo parecido ocurrió con la toma de Iwo Jima por el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, quienes se apoderaron de esta importante isla dirigida a realizar bombardeos más cercanos a la metrópolis. 

Destrucción de Tokio

Ahora bien, el 6 y 9 de agosto de 1945 llegaría a la capital la noticia de la destrucción de dos ciudades más, Hiroshima y Nagasaki, al principio se creía que habían sido destruidas por otro mortal bombardeo incendiario, pero rápidamente se descubrió que en realidad el culpable era un arma nueva que había llegado para quedarse en la política mundial de la posguerra. Ambas bombas atómicas causarían en total unas 246.000 víctimas, incluyendo un 20% por efecto de la radiación, convirtiéndose este en el único ataque atómico en la historia de los conflictos bélicos. El uso de estas bombas ha sido ampliamente discutido por los historiadores puesto que la versión oficial afirmó que el ataque fue necesario para salvar las vidas de alrededor de un millón de estadounidenses, siendo esta la cantidad de bajas presupuestadas durante la toma y ocupación de Japón. En contrapartida, muchos expertos afirman que para 1945 ya no era necesario arrojar dos bombas tan destructivos en ciudades sin prácticamente ningún valor militar, por lo que en realidad el objetivo detrás de este bombardeo fue enviar un mensaje a la Unión Soviética acerca del poder estadounidense, mientras que al mismo tiempo se probaba en campo la efectividad de las bombas. Sin embargo, es necesario mencionar que el propio Japón poseía un programa de armas atómicas en funcionamiento desde 1941 en la Universidad de Tokio.

Keiji Nakazawa. Gen de los pies descalzos (1983)

Sea como sea, el 15 de agosto de 1945 el emperador transmitiría un mensaje de rendición con las siguientes palabras: ´´He reflexionado seriamente sobre la situación que impera en nuestra patria y en el extranjero y he llegado a la conclusión de que continuar con la guerra solo puede significar la destrucción de la nación y la prolongación del baño de sangre y la crueldad en el mundo. No puedo soportar ver sufrir más a mi pueblo inocente. (…)´´. Como vemos el uso de sus palabras fue muy bien escogido, al presentar a los japoneses como víctimas en lugar de actores activos de la guerra. La rendición de Japón se firmaría en la cubierta del USS Missouri en la bahía de Tokio, recordando lo que una vez había sido la llegada del Comodoro Mathew Perry, convirtiendo a Tokio ya no en la capital del emperador sino en el Cuartel General de Ocupación estadounidense al mando del General Douglas MacArthur.

No obstante, esta noticia no fue bien recibida por todos los altos mandos, produciéndose un intento de golpe de Estado en las oficinas del comandante del Cuartel General de la Guardia Imperial, desde donde se emitieron órdenes falsas en nombre del comandante para que los guardias tomaran el Palacio Imperial y rodearan al emperador para su propia protección. Aunque en un principio el golpe tuvo cierto éxito, al día siguiente ya había sido sofocado y sus líderes se habían suicidado. Al final de la guerra, casi tres millones de japoneses habían perdido la vida, junto a 22 millones de personas de diferentes países asiáticos, en un conflicto que marcaría para siempre la historia japonesa. Así, para los extranjeros que visitaron Tokio los días posteriores a la rendición, ´´la ciudad era irreconocible, un paisaje que se parecía poco o nada a la vibrante metrópolis anterior a la guerra. Tokio ya no era una ciudad en funcionamiento, sino los restos calcinados de una hecatombe´´.

Rendición de Japón en la cubierta del USS Missouri

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