Afganistán entre la ocupación y la guerra civil. Parte 1

En abril de 2021 el presidente Joe Baden hacía oficial una noticia que ya se veía venir desde el periodo Trump, la retirada de Estados Unidos de Afganistán luego de 20 años de guerra, periodo durante el cual murieron 2.448 soldados y 4.000 contratistas estadounidenses, cerca de 70.000 policías y militares afganos y unos 47.000 civiles. A esta lamentable pérdida de vidas humanas, habría que sumar un gasto de ocupación que se calcula en más de 2 billones de dólares, lo que en otras palabras se traduce en 300 millones de dólares al día durante 20 años.

Fuente: https://boyaca7dias.com.co/2021/08/18/infografia-cuanto-ha-costado-la-guerra-de-afganistan/

Parte de este dinero se gastó en entrenar e intentar modernizar el ejército afgano, mejorar las infraestructuras del país y consolidar las instituciones gubernamentales, logrando grandes avances en temas como la prestación de ciertos servicios públicos. Un ejemplo de esto es la acelerada electrificación del país donde solo uno de cada cuatro ciudadanos afganos tenía electricidad antes de la llegada de la Coalición liderada por Estados Unidos en 2001, mientras que en la actualidad casi la totalidad de la población urbana tiene acceso a este servicio. Asimismo, durante el periodo de ocupación se llevaron a cabo proyectos educativos considerables, aumentó la esperanza de vida, la mortalidad infantil cayó a la mitad y se incrementaron los índices de alfabetización. Aun así, pese a estos éxitos relativos los deseos de construir en Afganistán un Estado estable, democrático y pro occidental estuvieron siempre lejos de cumplirse. De fondo, las divisiones sociales, étnicas, religiosas, políticas y económicas que fragmentaban el país antes de la invasión estadounidense seguían persistiendo, sumándose a ellas una corrupción generalizada, un aumento en el rechazo a las acciones estadounidenses entre buena parte de la población afgana y un progresivo hartazgo de cara a los esfuerzos de guerra dentro de las fronteras de Estados Unidos y sus aliados.

Fuente: https://visual.ly/community/Infographics/economy/afghanistan-moving-forward-future

Ahora bien, tras haber concluido el conflicto armado más largo en la historia de los Estados Unidos, se puede sacar una conclusión aplicable al uso de la guerra como campaña civilizatoria: existe una enorme diferencia entre los objetivos militares y económicos de una guerra fácilmente alcanzables para una potencia, frente a la consecución de objetivos idealistas como la exportación de la democracia, los cuales dependen de una transformación radical en las bases históricas, sociales y culturales que sustentan la identidad y cotidianidad de la o las comunidades que se desean intervenir.     

Lo cierto es que la capacidad de Estados Unidos de intervenir militarmente en cualquier parte del mundo ha quedado más que comprobada, pero su retórica liberalizadora y democratizadora ha sufrido una herida de muerte con la toma del poder por parte de los talibanes. Además, la retirada estadounidense ha puesto de manifiesto que su importancia a nivel mundial se ha reducido, al existir al día de hoy diversos centros de poder capaces de competir directamente con los intereses estadunidenses. Una muestra de ello es que muchos expertos opinan que tal y como están las cosas la influencia China será la que marcará buena parte de la política afgana, muy por encima de cualquier acuerdo al que hayan llegado Estados Unidos y los talibanes durante las negociaciones del Acuerdo de Doha en 2020.  

Pero entonces, ¿Cómo puede ser que después de tantos millones de dólares invertidos y la acción del ejército más poderoso del mundo en contra de guerrilleros relativamente mal armados, no se haya podido crear un Estado capaz de contener mínimamente los intentos talibanes de tomarse el país?. Para entender esto, tendremos que adentrarnos en la historia del conflicto civil que desde los 90 aqueja a Afganistán, a la idiosincrasia de su sociedad y al modelo usado por Estados Unidos para establecer un Estado moderno en su territorio.

Afganistán un país en guerra constante  

Bien sea enfrentándose a los ingleses, soviéticos o estadounidenses, Afganistán siempre ha demostrado ser indomable y fiel a su propia forma de ser. Así, luego de constantes intentos de ocupación fracasados se ha llegado a apodar al país como el cementerio de los imperios. No obstante, esta frase no debe ser tomada literalmente, pues no es cierto que los imperios que fracasan en imponer su dominio sobre Afganistán colapsen a causa de la guerra. En realidad, sería mucho más correcto decir que si bien Afganistán es un territorio que cualquier imperio podría desear, principalmente por su ubicación privilegiada entre las rutas comerciales que conectan algunas de las zonas más estratégicas del mundo, el costo de permanecer en el país supera por mucho los beneficios que se puedan obtener tras años de resistencia.

Fuente: https://semanariouniversidad.com/opinion/aafganistan-donde-murieron-los-imperios/

Hay que tener en cuenta que Afganistán es un país con enormes montañas, desiertos y todo tipo de accidentes geográficos que facilitan la acción de las guerrillas, haciendo virtualmente imposible una victoria militar absoluta. A su vez, existen dos factores que complican aún más las cosas, por un lado, Afganistán está lejos de ser un Estado-nación moderno con una población homogénea, un liderazgo claro y jerárquico, una lealtad única concentrada en el Estado o en un único líder o una sociedad mayoritariamente citadina. Por el contrario, Afganistán está compuesto por un conjunto de grupos en conflicto que tienen sus propias bases sociales y territoriales, teniendo además identidades, intereses, lealtades y dinámicas particulares que hacen difícil la construcción de un proyecto nacional unificado.

Fuente: https://www.visualcapitalist.com/map-explainer-key-facts-about-afghanistan/

Conjuntamente, Afganistán es un país predominantemente rural donde los cambios en las costumbres y tradiciones es muy lento y en algunos casos inexistente. Por lo tanto, al momento de llevar a cabo una ocupación es imposible militarizar tantos objetivos dispersos por un territorio tan amplio y accidentado, mucho más si se tiene en cuenta que las continuas guerras habían destruido gran parte de las carreteras que conectaban las diferentes poblaciones del país, las cuales se encuentran bastante incomunicadas aun con las inversiones estadounidenses en infraestructura vial.

Todo lo que hemos visto hace difícil para una potencia extranjera consolidar su poder en Afganistán, pero también ha impedido que los mismos afganos terminen por consolidar un proyecto político para todo su territorio. Esto último puede verse en el hecho de que ni en su mejor momento los talibanes controlaron la totalidad del país, pese a la mano de hierro que impusieron desde 1996, recurriendo a ejecuciones y mutilaciones públicas, leyes restrictivas y una injerencia casi total de la religión y el Estado en la vida cotidiana de los ciudadanos.

Fuente: https://elordenmundial.com/mapas/mapa-etnias-afganistan/

Aquello ha llevado a múltiples expertos a pensar que lo que estamos viendo hoy en Afganistán es solo una nueva etapa en una guerra civil inacabada que comenzó en 1978 con la Revolución de Saur, la cual fue momentáneamente interrumpida por la ocupación soviética y estadounidense. Se puede decir entonces, que a pesar de que los talibanes surgieron como fuerza dominante durante la Guerra Civil Afgana de 1990, su origen está ligado a procesos mucho más profundos y arraigados en la sociedad afgana.

La importancia de abordar lo que está sucediendo actualmente en Afganistán desde lo ocurrido en 1978, es la posibilidad de comprender como las fuerzas internas que dominan el país se han estado enfrentado por imponer un modelo de sociedad particular, siendo estos modelos rechazados por amplias capas de la población en diferentes momentos de la historia afgana. Así, si observáramos el Afganistán de los años 60 nos sorprendería encontrarnos con un país en plena modernización, con una constitución que admitía el derecho a la libertad de expresión, pensamiento y reunión, un desarrollo de la infraestructura en constante crecimiento, numerosas reformas sociales, rutas hippies que atraían a viajeros de todo el mundo y en general una occidentalización acelerada.

Fuente: https://www.anamoralesblog.com/wp-content/uploads/mapa_hippie_trail.jpg

En este periodo tanto la Unión Soviética como Estados Unidos se disputaban la influencia sobre el joven Estado, debido a su posición estratégica en el centro-sur de Asia. A su vez, los proyectos de modernización dispararon el gasto público y convirtieron al Estado en uno de los mayores empleadores del país, lo que terminó por disparar la corrupción y el descontento social. Dicho contexto, sucedió en medio de un doble juego llevado a cabo por el jefe de estado Daud Khan, quien recibió ayudas tanto de Estados Unidos como de la Unión Soviética, haciendo que en Afganistán coexistieran al menos tres fuerzas: una élite educada en los principios occidentales al estilo de Estados Unidos, una élite principalmente militar formada en los ideales y formas de organización soviética y un núcleo duro de población al interior del país mucho más tradicionalista y fragmentado.

Cada una de estas ideologías compitieron entre sí por dirigir el destino del país primero a través de la política y luego por medio de la guerra, siendo determinante la presión ejercida por los sectores comunistas a través de grupos de activistas, periodistas, profesores y comandantes militares en su mayoría jóvenes, los cuales estaban fuertemente influenciados por la Unión Soviética. Sin embargo, esta lucha por el poder entre comunismo y capitalismo, era solo una parte de un descontento mucho más amplio que cubría el país, debido a la confrontación entre un Afganistán representado por pujantes ciudades como Kabul y un Afganistán profundo que se oponía a las reformas educativas, a las medidas que buscaban transformar el papel tradicional de la mujer, al cambio de los valores conservadores de la sociedad y por sobre todo al avance del secularismo.

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/actualidad/afganistan-saur-1978-socialismo-igualdadhombremujer/20210822141147190482.html

Fuente: https://www.csmonitor.com/World/Making-a-difference/Change-Agent/2016/0126/New-technologies-preserve-historic-monuments-with-3D-images

Como cabría de esperar esta inestabilidad política impulsada en buena parte por las decisiones de Daud Khan, quien luego de aliarse con los militares y grupos comunistas para llegar al poder, decidió comenzar una persecución hacia sus antiguos aliados, terminó con un golpe de Estado en 1978 y el establecimiento de un gobierno marxista-leninista. Dicho golpe de Estado trajo consigo una purga al interior del partido comunista y una enorme represión hacia los grupos islamistas y de oposición, degenerando en un movimiento de resistencia liderado por los llamados muyahidines.  

Esta inestabilidad política provocó que la Unión Soviética interviniera en el país en búsqueda de apoyar al gobierno comunista y mantener su influencia en la zona, luego del asesinato de Mohamad Tarik (primer ministro afgano entre 1978 y 1979) y la posesión de su segundo al mando Hafizullah Amin en 1979, quien resultó ser un líder salvajemente opresivo. En contraposición, Estados Unidos vio esto como una oportunidad para debilitar el papel soviético en Asia Central, por lo que comenzó a financiar a los muyahidines con dinero y armas a través del Servicio de Inteligencia de Pakistán. Una de las muestras más particulares del apoyo estadounidense a los muyahidines, concebidos como luchadores por la libertad para aquella época, fue la icónica escena de Rambo acudiendo en apoyo de los guerrilleros afganos en contra de los ocupantes soviéticos.  

Ahora bien, la invasión soviética marcó un antes y un después en la historia de Afganistán pues dejó alrededor de un millón de civiles muertos, 3 millones de heridos, 5 millones de refugiados y 2 millones de desplazados internos, una total catástrofe humana caracterizada por bombardeos a poblaciones urbanas, masacres, asesinatos sumarios, saqueos, minado indiscriminado de zonas pobladas, destrucción de la infraestructura del país, entre otras prácticas que destruyeron cualquier rastro de cohesión y economía en Afganistán.

Fuente: https://mundo.sputniknews.com/20080414/105033352.html

Es dentro de esta población refugiada principalmente en Pakistán donde los talibanes encontraron sus principales militantes hasta la década de 1990, convenciendo a jóvenes afganos que eran educados en una ideología islámica estricta en instituciones llamadas Deobandi, financiadas por árabe saudís y pakistaníes conservadores y ultra religiosos. Una muestra de estos momentos primigenios de los talibanes, es el significado mismo de talibán que significa estudiante, siendo importante diferenciar entre los muyahidines y los talibanes, pues estos últimos fueron la generación posterior a aquellos que se enfrentaron directamente contra los soviéticos.

Así, desde su victoria contra la Unión Soviética los muyahidines convirtieron Afganistán en un caos absoluto dominado por los señores de la guerra, el tráfico de opio, la ausencia de autoridad, la violencia indiscriminada, la destrucción de los avances modernizadores del país y la carencia de servicios básicos. Llegado este punto los talibanes al mando de mulá Omar se convirtieron en una alternativa frente al caos que acosaba a Afganistán, ofreciendo seguridad, lucha contra el tráfico de drogas y personas, persecución de la corrupción y en general un poco de estabilidad para la cotidianidad de los afganos.

Estas promesas les permitieron a los talibanes conquistar rápidamente las periferias del país, hasta que en 1996 tomaron el control de Kabul y establecieron el Emirato Islámico de Afganistán. Aun así, pese al enorme poder que habían acumulado nunca tuvieron el control total del territorio afgano, puesto que el norte permaneció en manos de grupos que no reconocían su autoridad. En realidad, pese a lo que podemos pensar el periodo de dominio talibán de Afganistán fue bastante corto y se extendió desde 1996 a 2001, momento en que se efectuó la invasión de una coalición liderada por Estados Unidos, dirigida a capturar a Osama Bin Laden y construir un gobierno afín a Occidente, luego de los ataques del 11 de septiembre realizados por Al-Quaeda en suelo estadounidense.

En buena medida, entre 1996 y 2001 los talibanes fueron vistos como un alivio bienvenido para una población que llevaba en guerra desde los años 60, en la medida de que trajeron cierta estabilidad y seguridad al país. No obstante, su gobierno también trajo medidas represivas extremas como restricciones a las mujeres, prohibición de muchos tipos de música y un sinfín de injerencias del Estado y la religión sobre la vida cotidiana de la población. No obstante, aunque este tipo de políticas serían inaceptables para una persona occidental y para buena parte de las élites urbanas afganas, para gran parte de la población quienes vivían en lugares alejados de los grandes centros de modernización del país, muchos de estos cambios no eran radicalmente opuestos a su cotidianidad y forma de ver el mundo.

Fuente: https://www.scoopnest.com/es/user/elOrdenMundial/981550757228040192-la-regin-montaosa-de-afganistn-es-un-enclave-estratgico-para-los-talibanes-aqu-un-mapa-con-sus-zonas

Una muestra de ello, es que durante la década de 1990 y hasta la actualidad los talibanes han logrado integrarse con las poblaciones locales, por medio de la fuerza y el soborno, pero también por medio de relaciones de parentesco y afinidades ideológicas y religiosas con grupos locales. Esto les permitió generar una red de mando descentralizada que, si bien era capitaneada por el mulá Omar, dependía en gran parte de los comandantes locales quienes entendían muchísimo mejor las complejas relaciones entre las diferentes facciones alineadas con los talibanes. Se puede decir entonces que los lazos que unen a los talibanes con la sociedad afgana no están únicamente basados en el miedo, sino también en lazos familiares, ideológicos, religiosos y culturales, los cuales les han permitido mantenerse a pesar de los reiterados intentos estadounidenses de eliminarlos militarmente. Sin embargo, el periodo de ocupación y el contexto actual del conflicto será tratado en una segunda parte dedicada a las últimas décadas de la historia afgana.

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